Me contaba Leonidas en el encuentro del Café de Oviedo, que había hecho su viaje acompañado por un médico homeópata. Yo como guionista creí que para el espectáculo, era mucho mejor viajar con un Mago.
Para el casting la condición básica era escoger a un actor profesional que aprendiera algunos buenos trucos de magia ó un mago que se relacionara muy bien con la cámara.
Teníamos en la imprenta los folletos que promovían la producción, cuando me llama al celular alguien que no conocía: “Soy el Mago Makandal. Sé que usted va a hacer una película. Yo soy el Mago que usted necesita.”
Unos días después en el Salón Málaga, hablamos largo rato de lo divino y lo humano. Seguimos conversando de cuando en cuando y un año después decidí hacerle una prueba. Una mañana improvisamos con Sebastián, el protagonista, en pleno Parque Bolívar de Medellín.
En el rodaje viajamos unos 25 días, saliendo de Medellín, pasando por “El Cinco”, Jardín, Caucasia, Lorica, San Sebastián, y la Playa de San Bernardo del Viento, en el mar Caribe.
EL PAPÁ.
Me tomó bastante tiempo entender que el padre, con su ausencia presente, que no aparecía en el origen de los hechos, era realmente el motivador del drama.
En el guión, el personaje nació de manera tardía. Lo plasmé como una síntesis de la relación entre mi papá y mi hermano Eugenio y contaba su muerte.
Carlos Alzate, un vendedor de seguros, hizo el papel del padre. Ahora vive de la actuación.
Hizo la escena “Del Baño” con un realismo y una fortaleza inesperados. Mostró una rudeza similar a la de mi padre. Pude comprobarlo luego del silencio del rodaje, mirando la espalda y las piernas del niño Nicolás.
Ese día tuve un sentimiento extraño. Me reía para mis adentros, era increíble saber que había inventado toda la película, para poder rodar esa escena.
LA MAMÁ.
Con la presencia ausente del padre en la película, la madre se convierte en la generadora “única” de la dinámica de los hechos.
Esa soledad reafirma la idea de crear una mujer paisa fuerte, que busca poner orden en su casa, a como dé lugar.
Durante unos seis meses Mariateresa hizo casting y ensayos con los posibles actores, día a día. Yo trabaja en el guión, montaba la producción y en las noches revisaba el casting para dirigir el proceso. Una noche vi a una señora de 45 años que con su actitud recia y su tono fuerte, retrataba a esas señoras paisas que manejaron “casi” solas, familias de diez hijos. “Cómo se llama esa señora? Ruby Oquendo. Está opcionada para mamá, me respondió Mariateresa.”.
Tenía la edad, la experiencia de ser madre, la voz natural, clara y el acento paisa. Al otro día comenzamos a trabajar y terminó plasmando a la mamá que el guión buscaba.
Doña Ruby es una actriz natural.
SEBASTIÁN ESCOBAR: EL GRAN SADINI.
Luciano Velásquez el hijo de doña Ruth, es como cualquier joven que por más cobarde que sea, un día decide defender su dignidad y se enfrenta a sus temores, en este caso a su compañero Raúl. Lo que venga después, no importa, ya triunfó frente a sí mismo.
El personaje sale de Leonidas, de mi, del hecho de ser joven. Ser joven es sinónimo de problemas en la casa, en el colegio, en la calle. El joven sueña con marcharse, con viajar, con independizarse y hacer una vida propia.
Como en todos los casting, comenzamos buscando al protagonista. Muchos jóvenes de diversos estilos y edades, unos quinientos, hicieron la prueba en el teatro Lido, en los Parques Bibliotecas, en Centros comerciales y en Casas de teatro como “El Tablado” y “La Fanfarria”.
Una tarde estaba en el Parque Biblioteca de Belén, aburrido de no encontrarlo. Salí, caminaba frente al espejo de agua, cuando vi a dos jóvenes que pasaban conversando, entusiasmados. Quise invitarlos al casting pero me contuve y seguí mi camino. No podía demorarme pues la gente esperaba y regresé. Luego de varias personas entró Sebastián, uno de los muchachos que habían pasado a mi lado. Emocionado le hice la prueba. En la noche volví a sentir lo mismo: había encontrado a Sebastián Escobar, El Gran Sadini.